miércoles, 30 de enero de 2013

Salmo 3


Salmo. De David. Cuando huía de su hijo Absalón.

Yahveh, ¡cuán numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se alzan contra mí!
¡Cuántos los que dicen de mi vida:
«No hay salvación para él en Dios!»
Mas tú, Yahveh, escudo que me ciñes,
mi gloria, el que realza mi cabeza.
A voz en grito clamo hacia Yahveh,
y él me responde desde su santo monte.

Yo me acuesto y me duermo,
me despierto, pues Yahveh me sostiene.
No temo a esas gentes que a millares
se apostan en torno contra mí.

¡Levántate, Yahveh!
¡Dios mío, sálvame!
Tú hieres en la mejilla a todos mis enemigos,
los dientes de los impíos tú los rompes.
De Yahveh la salvación.
Tu bendición sobre tu pueblo.

Hoy añadimos a modo de paralelo Efesios 6, 11-17
Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.
¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios.

PD. Gracias a Luis Fernando, director de infocatólica, por el paralelo de Efesios.

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